Paolo Maldini
En 1939, el sociólogo estadounidense Edwin Sutherland acuñaría el concepto del delito de guante blanco. Hablaría de aquel profesional en capacidad de transgredir a una corporación, agencia u otra entidad sin invocar a la violencia; patrocinado por la sofisticación y la perspicacia. Sin embargo, la historia nos enseñaría que por incompetencia o temor al ridículo tal vez, una vasta fracción de esos transgresores rehuirían de la lógica de arrollar a ese codiciado bien ajeno con astucia y la elegancia, para sumirse a la idea del todo vale. A esa idea que ha de entenderse y abreviarse como un simplista, insípido y repulsivo estilo, independientemente de la más o menos efectividad que se tenga.
El catenaccio, ese sistema de juego fundamentado en el repliegue sistemático de sus hombres, con un libero de emergencia detrás de la línea de cuatro, y el marcaje férreo y celoso de su conjunto para cortar las jugadas rivales y contragolpear cuando se presente tal oportunidad, siempre con veloces transiciones defensa-ataque, torcería a generaciones de italianos a partir de esa ingente cosecha de triunfos en selecciones y clubes tras ese sórdido verano previo a la Segunda Guerra Mundial -la Italia de Mussolini de 1934 y 1938-. Trazado en los años 30 por Karl Rappan, adoptado en los 40 por Giuseppe Viani, y aggiornado y diseminado en Europa y Sudamérica por personajes de la talla de Nereo Rocco, Helenio Herrera o Enzo Bearzot, entre otros, representaría todo un motivo de culto para su fútbol. El contraste, los amantes y devotos del buen espectáculo. Para ellos, un vil desprecio a la armonía y la atracción. Un desgarro en su estado más puro.
El Milan de Nereo Rocco destronando en 1963 a la Benfica bicampeona de Europa, el Inter del argentino Helenio Herrera y su doblete en 1964 y 1965, la Nazionale de Ferruccio Valcareggi con el primer título en la Eurocopa de 1968 y el subcampeonato en el Mundial de México 1970, los de Enzo Bearzot, el mentor del catenaccio moderno, con el cuarto puesto en Argentina 1978 y la conquista en España 1982, la Juventus de Trapattoni y de Lippi, ama del viejo continente para 1985 y 1996, el Milan de Capello -1991/96- y Ancelotti -2001/09-, referentes y guardianes de Italia y Europa, el combinado de Azeglio Vicini con el cuarto lugar en la Eurocopa de 1988 y el bronce en Italia 1990, el de Dino Zoff y el subcampeonato en la Eurocopa 2000, o el de Marcello Lippi y la proeza en Alemania 2006, constituirían sólo un racimo de los modelos que, con sus matices, se encerrarían en los lineamientos de esta mecanizda escuela.
Pero en 1987 asomaría el ignoto de Arrigo Sacchi en el Milan. Sin antecedentes dentro del campo y con nimio roce en condición de entrenador, llegaría para predicar el fútbol total del holandés Rinus Michels, rompiendo con ello esa fórmula que había hecho posible el renacer de un país. Casi paralelamente a Sacchi -1985-, un jovencito con 16 años debutaría como lateral. Valiéndose de sus dotes naturales, en un puñado de meses se transformaría en un elemento determinante para la construcción, junto a grandes como Marco van Basten, Ruud Gullit, Roberto Donadoni, Carlo Ancelotti, Alessandro Costacurta -otro recién aflorado- y el capitán, el central Franco Baresi, de uno de los mejores equipos en los anales de este deporte. Surgía Paolo Maldini, un apéndice perfeccionado de su padre Cesare.
Algunas de sus credenciales: seguro de sí mismo, inteligente, rápido para la acción y la reacción, con un riquísimo porcentaje de rentabilidad a la hora de desarticular ataques rivales, leal, disciplinario, con lectura de tiempo y espacio y panorama de juego, dañino en secuencias aéreas, paradas o en movimiento, confiable de defensor central, mediocampista y lateral izquierdo o derecho, lúcido con la pelota en los pies, de agraciado porte físico -1,86 metros de altura-, y destinado a: preservar la dinastía Maldini con sus más de mil participaciones, todo un récord, grabarse la cinta en el brazo siendo uno de los jugadores más destacados del siglo XX, y coprotagonizar la era más celebérrima de su Milan.
En un deporte históricamente eclipsado por delanteros y volantes creativos, los más cotizados y encomiados, estas inusuales fortalezas ratificarían, aun teniendo que convivir en el submundo del catenaccio, porqué la península itálica fue y sigue siendo cuna de heterogéneas leyendas en defensa. La vida y obra del elegante Paolo Cesare Maldini, todo un defensor de guante blanco, se inaugura de esta manera...
Un 26 de junio de 1968, en la ciudad metropolitana de Milán, Lombardía, Cesare y María Luisa Maldini daban a luz a Paolo, uno de los seis hijos de la nutrida familia -Donatella, Alessandro, Pier, Monica y Valentina, los otros-. Influenciado por la historia del padre, un fino y polifacético defensor central comprometido con la Associazione Calcio Milan entre 1954 y 1966, ese precoz apetito que Paolo revelaría por el fútbol. Con 10 años, ingresaría en la academia de dicha institución. Para 1982, al equipo juvenil. Paso introductorio a la primera...
El bautismo
El 20 de enero de 1985, el entrenador sueco Nils Liedholm, fuertemente identificado con el Milan, iniciaba a Paolo Maldini en el fútbol de élite. El marco para su bienvenida, la décimo sexta fecha de la temporada 1984/1985 de la Serie A. Reemplazaría como lateral derecho a Sergio Battistini en el partido que finalmente Milan igualaría 1 a 1 con Udinese de visitante. Si bien no se lo volvería a requerir hasta la temporada 1985/1986, sin dubitar Liedholm vaticinaría su devenir: "Tendrá un gran futuro". Un visionario.
La transición
Para 1985/86, Maldini saborearía lo agridulce de una realidad. Por un lado, se haría con la titularidad. Jugaría 40 partidos entre la liga, Copa Italia y Copa de la UEFA. Por el otro, el equipo prolongaría esa irregularidad futbolística y financiera que lo caracterizaría desde comienzos de los años 80, acentuada con dos descensos, pese a la contratación del goleador Paolo Rossi, Balón de Oro en el Mundial de España 1982. Por si ello no bastara, la temprana eliminación en tercera ronda de la Copa de la UEFA con el humilde Waregem belga, precipitaría la renuncia de su mandamás, el señor Giuseppe Farina. El insulso séptimo puesto en el Calcio y la coronación de la Juventus, el acérrimo rival, abrocharían una temporada solo digna en lo personal.
En la temporada 1986/87, con la asunción del nuevo dueño de la sociedad, el excéntrico empresario italiano Silvio Berlusconi, el equipo adquiriría lenta pero inexorablemente una lozanía en su fisonomía futbolística. Antes que ello, lánguidas producciones en el amanecer de esa temporada terminarían con Nils Liedholm. Se traería provisionalmente a Fabio Capello, de saludable huella por el club como futbolista. El 4 de enero de 1987 se daría el primer gol de Maldini en el 1 a 0 ante al Como. Los números finales del Milan: quinta colocación, sin traspiés en los clásicos con Juventus e Inter (a la Nerazzurri la superaría 2 a 1 en la segunda vuelta), Pietro Paolo Virdis capocannoniere, y boleto para la próxima Copa de la UEFA. Había esperanza...
La edad dorada
En 1987/88, se acordaría con Arrigo Sacchi para guiar el rumbo de la escuadra. Procedente del Parma, prácticamente su única ligazón con este deporte, dictaría una filosofía revolucionaria no solo para el Milan, sino también para el fútbol entero: el fútbol total. Riguroso orden táctico, pressing continuo, es decir, un bloque monolítico ahogando de forma metódica y constante al rival, cambio de posiciones a gran velocidad, no más de un metro de separación entre uno y otro compañero, defensa en zona, uso de la táctica del offside, posesión casi absoluta de la pelota, y jugadores polivalentes, ergo, haciendo en múltiples momentos y sucesivamente las veces de delanteros, centrocampistas y defensores, serían las principales cualidades de este fútbol total que por antonomasia se lo conocería como el "Milan de Sacchi" o "los inmortales de Sacchi".
En meses, estos actores denunciarían que cada cual era parte del engranaje de una maquinaria muy bien aceitada. El once, frecuentemente con: Giovanni Galli, Filippo Galli, Mauro Tassotti, Franco Baresi, Paolo Maldini, Angelo Colombo, Alberigo Evani, Carlo Ancelotti, Ruud Gullit, Pietro Paolo Virdis y Daniele Massaro -Marco van Basten, por una lesión, se ausentaría buena parte de la temporada-. Tras quedar eliminado de la Copa de la UEFA en la segunda ronda con el Español de Barcelona, las fuerzas se concentrarían en lo doméstico. Las victorias con el Inter y el Napoli de Maradona, puntero a falta de cuatro fechas, inclinarían la cuestión para el Rossonero. A ocho años de la última Serie A, se consumaba la epopeya: ¡Milan campeón!
Para la temporada 1988/89, el Milan se reforzaría con el volante ofensivo, el holandés Frank Rijkaard, conjugando así un trío con Gullit y van Basten de altísimos dividendos. Con la primera edición de la Supercopa de Italia en el cofre -3-1 a la Sampdoria en mayo de 1988-, en septiembre atendería la Copa de Campeones de Europa -sin los proscritos ingleses- a la que se reaparecía luego de casi diez años (1979/80 la última). La alineación, salvo algún contratiempo, se recitaría de memoria: Giovanni Galli, Mauro Tassotti, Alessandro Costacurta, Franco Baresi, Paolo Maldini, Angelo Colomo, Frank Rijkaard, Carlo Ancelotti, Roberto Donadoni, Ruud Gullit y Marco van Basten.
En los dieciseisavos de final, se desprendería sin sudar de la débil Vitosha Sofía de Bulgaria con un global de 7 a 0. En octavos de final, eliminaría en la tanda de penales al Estrella Roja de la ex Yugoslavia. En cuartos de final, al Werder Bremen por un estrecho 1 a 0. En semifinales, al Real Madrid de los delanteros Hugo Sánchez y el carismático Emilio el Buitre Butragueño, entre otros; responsables de bajar en la serie anterior al campeón PSV Eindhoven. Esa noche, el San Siro testificaría uno de los más exquisitos repertorios de la era Sacchi. Con Gullit, Ancelotti y Donadoni como los portavoces del circuito de juego, el Milan destriparía por 5 a 0 a un oponente timorato y sin rebeldía. Se regresaba así a una final de Copa de Campeones de Europa dos décadas después...
El 24 de mayo, en el Camp Nou de Barcelona, el Milan enfrentaría al Steaua Bucarest rumano, rey de Europa en 1986. Si lo expresado con los españoles había sido de cuantiosa calidad, lo del match por la Orejona no discreparía un ápice. Con sus armas más talentosas, la dupla de ataque, implacables, los italianos liquidarían el pleito en 45'. Los dos de Gullit y los dos de van Basten, el segundo al minuto del segundo tiempo, colorearían un imponente 4 a 0 final. Con intensidad, autoridad y sin fisuras, tanto con los españoles como con los rumanos, el Milan de Sacchi besaba así su primera Copa de Campeones de Europa (la tercera para el club). Para el anecdotario el pronto adiós en la Copa Italia, la tercera plaza en la Serie A, o que se la granjeara el Inter. Para el Milan se concluía una temporada formidable.
El 7 de diciembre, por los tantos de van Basten y Evani, los lombardos se apoderarían de la Supercopa de Europa: 2 a 1 al Barcelona -1 a 1 en Cataluña y 1 a 0 en Milan-. El 17, la frutilla del postre: la Copa Intercontinental ante Atlético Nacional de Medellín, el monarca de América. Por otro aporte en la red de Alberigo Evani -a 60 segundos de definir por los doce pasos-, los europeos derrotarían 1 a 0 a los colombianos quedándose así con su segunda Intercontinental.
Para 1989/90, la ecuación viraría en cierto grado con relación a lo futbolístico. No obstante, los de Sacchi proseguirían fascinando a propios y extraños con su particular performance y ola de triunfos. El mundo los reducía a una especie de selección creada para las batallas más deseadas. La Serie A sería en abril para el Napoli de Maradona. El Rossonero y los del sur pelearían palmo a palmo hasta las instancias culminantes por el Scudetto. Las 19 anotaciones de van Basten en 34 fechas servirían meramente para vestirse de goleador. En la Copa Italia se accedería a la final, mas la Juventus de Dino Zoff daría el zarpazo de visitante. Lo batía 1 a 0 en ese mismo mes. Otro subcampeonato para los milanistas en un abril amargo. Para mayo, la redención...
El Milan se adjudicaría el bicampeonato en el plano internacional, algo que no se perpetrada desde las temporadas 1978/79 y 1979/80 con el Nottingham Forest inglés. En los dieciseisavos de final, la víctima sería el HJK Helsinki gracias a un lapidario 5 a 0 en el cúmulo de los dos encuentros. En octavos de final, el Real Madrid. En esta ocasión, sufriendo: 2 a 0 en Italia, 0-1 en España. En cuartos de final, el Malinas de Bélgica. Irónicamente, la llave en la que tal vez más incómodo se lo notaría al Milan: 2 a 0 recién en tiempo extra. En semifinales, tumbaría al gigante Bayern Múnich. En la ida, con un 1 a 0 que dejaría la ceñida serie por decidirse en Alemania. En Munich, con el gol en la prórroga de Stefano Borgonovo. Los teutones derrotarían ese día a los italianos en un atrapante duelo, pero lo harían por 2 a 1. Por ese gol como visitante, el Milan avanzaba una vez más a una final en Europa.
En el estadio Ernst Happel de Viena y versus Benfica, con quien habría de debatirse el 23 de mayo. En un partido apenas discreto, el derechazo a quemarropa y a los 23' del complemento de Frank Rijkaard a Silvino Louro, le alcanzaría al Milan para sumar una nueva Copa de Campeones de Europa, la segunda en dos años.
En noviembre, retendría la Supercopa de Europa al deshacerse de la Sampdoria por 3 a 1 -1-1 y 2-0-. Evani, Gullit y Rijkaard, figuritas que reincidían en el gol. En diciembre, sería el turno otra vez de la Copa Intercontinental. El aplastante 3 a 0 a Olimpia de Paraguay en una ráfaga de casi 20 minutos, certificaría una verdad irrefutable: incluso fluctuando su volumen de juego en varios momentos de 1989 para acá, ningún club hasta allí había generado algo similar. El Milan seguía revolucionando...
La temporada 1990/91 se teñiría de negro para los italianos a causa de un desafortunado suceso. En Francia, por los cuartos de final de la Copa de Campeones de Europa, Milan y Olympique de Marsella se verían las caras para destrabar el 1 a 1 en Italia. Con los franceses ganando 1 a 0, a minutos de la finalización algunos reflectores se apagarían. Remisos a aguardar por la recomposición del sistema de iluminación, Sacchi y sus muchachos no vacilarían en marcharse del campo. Previsiblemente, el árbitro le concedería los tres puntos al Marsella. El Milan se echaba de la Copa de Campeones de Europa de un modo irrisorio, no coherente con lo forjado.
En el ámbito interno, en diciembre de 1990 a Franco Baresi se lo elegiría jugador del año. En la Copa Italia, se sucumbiría con la Roma, próxima campeona, en las semifinales. En mayo de 1991, se conseguiría el subcampeonato de un Scudetto ganado por la inesperada Sampdoria. Acto seguido, Arrigo Sacchi dimitiría para asumir las riendas de la selección italiana. El Milan escribía así su era más majestuosa...
La cima, roja y negra
Para la temporada 1991/92, un pariente milanista ocuparía el mando: Fabio Capello. Conforme corrieran los acontecimientos, al oriundo de la provincia de Gorizia se lo distinguiría por su don para la motivación, el desarrollo de un estricto trabajo y el adoctrinamiento táctico de sus jugadores...
A diferencia de 1986, ahora Capello sería oficializado como el entrenador titular
Sin objetivos en el exterior a raíz de la multa de la UEFA, los lombardos se abocarían de lleno a la Serie A. Con un registro de 56 unidades, 22 triunfos, 12 empates y 74 goles, 25 de ellos por su capocannoniere, el holandés van Basten, se recibirían de campeones quebrantando además un récord que desde 1979 con el Perugia no se originaba: la imbatibilidad. Goleadas del calibre del 5 a 0 al Napoli o el 5 a 1 a la Sampdoria, se instalarían entre las más memorables en mucho tiempo. Consecuencia de esto, el mote de "los invencibles" que la prensa les implantaría.
La Copa Italia le sería esquiva en las semifinales del mes de abril y por la Juventus de Giovanni Trapattoni. El desquite para el Milan, en agosto de ese 1992 en el San Siro y por la Supercopa de Italia: 2 a 1 al Parma -van Basten y Massaro los goles-. El Milan estaba de vuelta...
Para la temporada 1992/93, en virtud del reencuentro con lo que más lo excitaba, la Liga de Campeones de la UEFA -se modificaría su nombre y el diseño de competición-, la junta directiva reforzaría la plantilla con un arsenal. En lo deportivo, en un discutido mano a mano con el Inter, los de Capello se acreditarían el bicampeonato de la Serie A. Ya no de forma invicta, pero sí en términos de solidez y eficiencia...
La Copa Italia sería casi una fotocopia de antaño. La Roma los frenaría en semifinales. En agosto de 1993, la compensación. Marco Simone le brindaría en Washington, Estados Unidos, la Supercopa de Italia con su gol ante el Torino, ganador de la Copa Italia.
En la Liga de Campeones, con un renovado nombre y formato, bellos augurios arroparían a este Milan tras su juego y resultados de primera y segunda ronda -equivalente a los dieciseisavos y octavos de final-. Contabilizando estos cuatro cotejos, encajaría doce goles. En su portería, cero. Ya en la zona de grupos -dos de cuatro, los punteros iban a la final-, arrasaría de punta a punta. Seis de seis, con once anotaciones y tan solo una en contra -IFK Göteborg 4-0/0-1, Porto 1-0/0-1, PSV Eindhoven 2-0/1-2-. El Milan volvía a una final. El contrincante, el Olympique de Marsella de Barthez, Desailly, Deschamps y Völler. Una reminiscencia de aquella herida que todavía no curaba. Si la lógica se cumplía, los italianos levantarían la quinta Orejana ese 26 de mayo.
Las alternativas se dividirían en dos. En el primer capítulo, con la manija de Donadoni, el Milan dispondría de las más suculentas chances de gol. Massaro y van Basten despilfarrarían cerca de media docena... Por su cuenta, los franceses se arrimarían un par veces. Una de ellas, a los 44', la que valdría el campeonato. Centro en un tiro de esquina de Abédi Pelé, cabezazo que inflaría la red del libero Basile Boli. En el segundo tiempo, un Marsella rígido se recluiría en su campo. El Milan, inconexo y sin ideas, apelaría a los pelotazos y jugadas aéreas. En el epílogo, sustituirían a van Basten por una seria y antigua lesión en el tobillo derecho. Increíblemente, al equipo de Berlusconi se le escurría como agua entre los dedos el torneo de clubes más importantes. Para van Basten sería el retiro al no recuperarse de sus persistentes problemas físicos -la noticia se daría en 1995-. Sus compatriotas Gullit y Rijkaard, más Alberigo Evani, emigrarían.
Por su buque insignia, el Olympique de Marsella, Francia se congraciaría con la Liga de Campeones. Lastimosamente, la tropelía, el soborno y la corrupción invadirían al Olympique, empañando con ello tal hazaña. A su presidente, el señor Bernard Tapie, se lo culparía de amañar certámenes de la liga francesa. Al club se lo degradaría con el descenso y vetaría por un año para todo evento de la UEFA -regiría para la Copa Intercontinental 1993, en la que por defecto lo supliría el Milan-.
El 12 de diciembre, los europeos y el San Pablo de Telê Santana se toparían en Japón por la Copa Intercontinental. Los brasileños, bicampeones de América y soberanos del mundo, sorprenderían con el 3-2. La predisposición, audacia y eficacia de los dos para atacar, conllevaría a que el mediocampo sea casi un sector de poca lucha... Massaro y Papin emparejarían el tanteador en el 0-1 y 1-2. A los 88', Müller impondría su jerarquía: San Pablo refrendaba su vigencia mundial. Para el Milan, otra frustración.
En enero y febrero de 1994, Milan y Parma de Asprilla y Sensini chocarían por la Supercopa de Europa correspondiente a la temporada 1992/93. En el estadio Ennio Tardini, el asunto parecería solventado para el Milan. El 1 a 0 por el gol de Jean-Pierre Papin sería la prueba de ello. Sin embargo, en el San Siro, sueltos de presión y cautivos de su desparpajo, los de Nevio Scala pondrían sobre la mesa cuan impredecible y bonito suele ser este deporte: a los 23' y 95' -tiempo suplementario-, Sensini y Crippa silenciarían a 24 mil almas. Al Rossonero se le esfumaba la tercera final en ocho meses.
El Milan de Capello permanecería intransigente en su tesitura: por más títulos que se escaparan de sus garras, ese enfoque futbolístico proclive al catenaccio no se negociaría. En la temporada 1993/94 abrazaría el tricampeonato de la Serie A. Con 50 unidades, tres más que su perseguidor, la Juventus, reafirmaría la hegemonía en el país. En la Copa Italia, la frágil Piacenza le propinaría un trompazo en octavos de final...
En la Liga de Campeones, como en 1993, se colaría en la fase de grupos sin despeinarse al someter al Aarau de Suiza 1-0 en el global y el Copenhague de Dinamarca 7-0 en el global. Ya en el grupo B con Porto, Werder Bremen y Anderlecht, sus 8 puntos -2 victorias y 4 empates- lo eyectarían a las semifinales. Del otro lado, Mónaco, segundo en el grupo A. El 3-0 en el San Siro ante los del principado -se jugaba un solo partido por reglamento-, invitaba a una reflexión: ¿podría el rimbombante Barcelona de Romario y Hristo Stoichkov, finalistas al borrar 3 a 0 al Porto, fastidiar a los italianos ese 18 de mayo? La respuesta, un no estrepitoso. El Milan de la triple G ganaría, gustaría y golearía por 4 a 0 con los goles de Massaro (22' y 45'), Savićević (47') y Desailly (59'). Una aplanadora que lo reconvertía en el patrón de Europa.
En agosto, por la Supercopa de Italia, el Milan sortearía a la dura Sampdoria en los tiros de castigo -1 a 1 en los 120'-. En diciembre, fuera de todo cálculo, se perdería por la Copa Intercontinental 2 a 0 con el Vélez Sarsfield de Carlos Bianchi. Opaca fotografía la del Milan, que asimismo malgastaba su segunda bala en tierras japonesas
La temporada 1994/95 se traduciría como el principio del fin para Capello y compañía. En la Serie A, cuartos -Juventus los desbancaría- y fuera de los puestos de Champions . En la Copa Italia, cual hábito, en este caso se despedirían en octavos de final ante el Inter. En febrero, un aliciente: ganarían la Supercopa de Europa al despachar 2 a 0 en el San Siro al Arsenal inglés -0-0 la ida-.
En la Liga de Campeones, que corregía otra vez su formato, los milanistas esbozarían una flaca imagen por buena parte de la competencia. En lo que aparentaba ser una zona sencilla -Ajax, Casino Salzburgo y AEK Atenas, escalarían a los cuartos de final en calidad de segundos, distanciándose de los austriacos por mejor diferencia de gol -vale aclarar el descuento de la UEFA de dos puntos y la pérdida de la localía por dos jornadas, a razón de unos incidentes con Casino Salzburgo-.
En cuartos de final, y ya en el San Siro, el rendimiento mutaría considerablemente: el 2-0 con el Benfica casi que cocinaría el asunto. En Lisboa, el 0 a 0 -con algo de fortuna- lo confirmaría. Las semifinales serían lo más elogiable de ese 1994/95 para el Milan: minimizarían al PSG por 3 a 0 -2-0 en Italia, 1-0 en Francia-. De esta manera, se penetraba en la final, la tercera en tres años. El vistoso y pujante Ajax de Louis van Gaal, padecido por duplicado en la fase de grupos, el escollo...
Un Milan aplicado en la marca y ambicioso de gol, dibujaría las más nítidas situaciones ese 24 de mayo en Viena. Massaro y Simone desperdiciarían lo que no dudarían en lamentar. Por su parte los holandeses, mucho menos profundos de mitad de cancha hacia adelante que en otros encuentros, apenas intimidarían con Seedorf, Kanu y Ronald de Boer. La historia se moría en el 0, cuando a los 85' el joven Patrick Kluivert señalaría el 1 a 0 -pase de Rijkaard-. Para los de Capello, ya sin tiempo, era otro logro que se les fugaba.
En la temporada 1995/96, sin Liga de Campeones a la vista, uno de sus cañones apuntaría a la Copa de la UEFA. El Girondins de Bordeaux del Zinedine Zidane lo noquearía en cuartos de final por 3 a 0. Insólito si se tiene en cuenta que en la ida el Milan se afianzaba con un 2 a 0. En la Copa Italia, desde los doce pasos el Bologna lo quitaría en cuartos de final. El alivio: la Serie A. Con George Weah y Roberto Baggio -fichados en julio de 1995-, Marco Simone y Dejan Savićević de abanderados, el Milan se aseguraría el decimoquinto Scudetto al juntar 70 puntos, ocho más que la Juventus, campeón de Europa a los días...
Enseguida, Fabio Capello se mudaría al Real Madrid. Lo llamarían al uruguayo Óscar Tabárez. Su estreno, en agosto, en el San Siro, y por la Supercopa de Italia ante la Fiorentina de Gabriel Omar Batistuta. Con dos goles del argentino, los de Florencia vencían al Milan.
Convulsión, parte II
Con la salida de Capello se extinguirían las mieles de la abundancia para darle cabida a los desbarajustes y la contrariedad. Con el uruguayo Tabarez se manifestaría, pero entre enero y julio de 1996 ya se entrevería. Se repatriaría a Arrigo Sacchi para comandar los hilos de la temporada 1996/97, y así intentar contrarrestar la crisis futbolística del plantel. No obstante, el Milan continuaría naufragando en el desconcierto y mareo total. El injustificable revés (1-2) con el inferior Rosenborg noruego por la sexta fecha de la Liga de Campeones, grupo D, -el empate lo metía en cuartos de final-, el nocaut en cuartos de final de la Copa Italia, y el décimo primer puesto en la Serie A, derivarían en que un estéril Sacchi partiera en diciembre. Regresaría Fabio Capello.
El deteriorado y alarmante cuadro se mantendría para la temporada 1997/98 a pesar de incorporar a dieciocho jugadores, entre ellos Kluviert y Leonardo. Décimo en la Serie A. La Liga de Campeones, por televisión. En la Copa Italia se pulverizaría al Inter en cuartos de final por 5-1 en el global, y se volvería a una final. En abril, la Lazio le arrebataría ese título que desde 1977 no yacía en sus vitrinas: 1-0 en San Siro y 1-3 en el Olímpico de Roma.
Italia bicolor
Con Zaccheroni, más la inserción de Oliver Bierhoff,Roberto Ayala, Andrés Guglielminpietro, Thomas Helveg, etc, los lombardos finalmente emergerían del letargo. Con un 3-4-3 de esquema táctico y sedientos de emociones, ganarían en el año del centenario la Serie A de la temporada 1998/99. Siete victorias en cadena en la vibrante recta final, le facilitarían la liga. La Lazio, su verdugo en los octavos de final de la Copa Italia, sería escolta por un punto. En agosto de 1999, se perdería con el Parma de Ariel Ortega y Hernán Crespo por la Supercopa de Italia: 1-2 en el San Siro (a un solo partido).
2000/02, años para el olvido
Con el despertar del siglo XXI, al Milan lo azotarían de todos los frentes. En la Liga de Campeones de la temporada 1999/2000 sería colista en primera ronda. En la Copa Italia, el Inter lo derrotaría en cuartos de final. En la Serie A finalizaría 3°, lejos de la Lazio -1º- y la Juventus -2º-. Entre tantas malas, una buena. Muy buena. Aterrizaría proveniente del Dínamo de Kiev el delantero ucraniano Andriy Shevchenko.
En marzo de 2001, al Milan se lo eliminaría en la segunda fase de la Liga de Campeones 2000/01, y se relevaría del cargo al entrenador Alberto Zaccheroni. La vacante sería para Mauro Tassoti y Cesare Maldini. Lo rescatable de una Serie A en la que terminaría 6°, el estruendoso 6-0 al Inter del 11 de mayo de ese 2001. En la Copa Italia lo derrotaría la Fiorentina en semifinales.
Para junio de 2001, Cesare Maldini sería sustituido por Fatih Terim, aunque inicialmente y hasta diciembre permanecería en el club como asesor del entrenador turco. Quince partidos le bastarían a la comisión directiva para despedir a Terim. En noviembre se contrataría a Carlo Ancelotti. Poco podría hacer en esa temporada 2001/02: 4° en la Serie A. Semifinalista de la Copa Italia. En Copa de la UEFA, Borussia Dortmund, a la poste subcampeón, lo eliminaría en semifinales por un global de 5 a 3. Lo positivo, la entrada en suelo milanista de los volantes Manuel Rui Costa, Andrea Pirlo, el delantero Filippo Inzaghi...
Un boom en el desenlace...
Con la temporada 2002/03, el Milan iniciaría su tercer ciclo de grandes éxitos (1987/1990), (1991/1995), y Paolo Maldini se adentraría así en el anochecer de su brillante trayectoria. En la Serie A Juventus se apropiaría del campeonato: Inter 2º, Milan 3º. En mayo de 2003, después de años de abstinencia, el Milan ganaría la Copa Italia. Acabaría en la final con la Roma por un global de 6 a 3 -1-4 y 2-2-.
Para los cuartos de final el Milan se mediría con Ajax. El 0 a 0 en Holanda hacía presagiar una tarea no menos que compleja en el San Siro. Con un Ajax insolente y pretencioso, hasta los 90' el 2 a 2 parcial condenaba a los de Ancelotti. Hacia los 91', ya casi sin resto, el danés Jon Dahl Tomasson haría el angustiante gol con el que el Milan pasaría a semifinales. Su próximo retador, el Inter. En el Giuseppe Meazza los 180'. Primeros 90' con el Rossonero como local, paridad: 0 a 0. Segundos 90', más paridad pero esta vez por 1 a 1. El gol de Shevchenko internaba al Milan en otra final de Europa. Tocaría la Juventus.
De un bando Marcello Lippi, del otro Carlo Ancelotti. Un pasado en la Juventus y la convicción por el catenaccio serían las dos mayúsculas intersecciones que habría entre el ex defensor y ex volante. Justamente el catenaccio y el rotundo 0 a 0, tal vez expliquen el porqué de tan sosa final. De las peores de los años 90 en adelante. En los penales, tal como en otros episodios, la fortuna le sonreiría a los milanistas: 3 a 2 y sexta Liga de Campeones para su portentosa historia.
El 3 agosto de ese 2003, en Nueva Jersey, Estados Unidos, la ironía de este fútbol le ofrendaría a la Vecchia Signora la Supercopa de Italia por penales. Sí, por la misma senda que en mayo lo mofaba. El 29 de agosto, la rectificación para el Milan por la Supercopa de Europa y ante el Porto: 1 a 0 -Shevchenko- en el Principado de Mónaco.
En diciembre, los de Ancelotti cobrarían otra ofensa. El Boca de Carlos Bianchi los vencería por la Copa Intercontinental con un Roberto Abbondanzieri decisivo en los traicioneros tiros de castigo: 1 a 1 en los tácticos y apretados 120' -Tomasson y Donnet los goles-.
En la temporada 2003/04, con la inclusión de los brasileños Kaká y Cafú, el Rossonero recapturaría a sus anchas la Serie A. La Copa Italia se le negaría por poco: perdería en semifinales con la Lazio -la campeona-.
En cuanto a la Liga de Campeones, en esta se establecería el preludio de una seguidilla de tragicómicas derrotas.Una vez librado de la fase de grupos y los octavos de final con facilidad, el Deportivo La Coruña se entrometería en su horizonte por los cuartos de final. A priori los españoles no asustaban; el abultado 4 a 1 en el San Siro así lo demostraría... Con un resultado casi irremontable, el Dépor planificaría los otros 90' solo soñando con un milagro. Pues bien, el milagro se le daría. En el Riazor, los españoles triturarían 4 a 0 a un impasible Milan. Una catástrofe inédita.
En agosto de 2004 enderezaría el traumatizado barco al ganar la Supercopa de Italia: 3 a 0 a la Lazio -Shevchenko a los 36', 43' y 76' los goles-.
En la temporada 2004/05 el Milan recibiría otro golpe por demás delicado de digerir. El subcampeonato en una Serie A secuestrada por la Juventus y la prematura expulsión en la Copa Italia, serían solo una parte de tales sacudones.
En la Liga de Campeones, el Milan circularía casi a control remoto hasta la final. Lideraría el grupo F -Milan 13, Barcelona 10, Shakhtar Donetsk 6, Celtic 3-. En octavos y cuartos de final saldría ileso con suma suficiencia: 2 a 0 al Manchester United -1-0 y 1-0-, y 3 a 0 al Inter -2-0 y 1-0. En semifinales, a diferencia de Manchester e Inter, el PSV sí vendería cara la derrota. En Italia, el Milan vencería por 2-0. En Holanda, los de Ancelotti necesitarían de un gol sobre la hora para clasificarse, tras el 1-3 abajo, a la final. Liverpool, la barrera que se le interpondría a su séptima Orejona. Para la leyenda sería la séptima final que jugaría -1989, 1990, 1993, 1994, 1995, 2003, 2005-.
Con los ingleses en un inadmisible sopor, a los 51 segundos Maldini marcaría el gol más rápido de una final. Revitalizado por este trepidante arranque, y abusando de la fragmentación táctica de los Reds, el Milan administraría el ritmo y la pelota a voluntad. A los 39', Crespo el 2 a 0. A los 44', poesía de Crespo para el 3 a 0. Una filarmónica italiana tocaba en Turquía con el Liverpool oficiando de telonero. Con todo y ello, en la segunda mitad tendría lugar la reinvención del fútbol... Esa gracias a la cual se fracturaría la lógica entendida hasta allí. Los de Rafael Benitez nivelarían en 15' lo que jamás se había visto, al menos en una final de clubes europea. Lo técnicamente imposible para medio siglo de esta Liga de Campeones, se hacía posible en un racimo de minutos. Steven Gerrard a los 54', Vladimir Šmicer a los 56' y Xabi Alonso a los 60', estamparían el épico 3 a 3. El defensa Traore y su providencial pie prevendrían el 3-4 de Shevchenko. En tiempo extra, el portero Jerzy Dudek desviaría cual Mesías un cabezazo y derechazo de Shevchenko en una doble maniobra. Confinados al dramatismo de los penales, la pesadilla concluiría su argumento para los de Capello. El 3-2 con Jerzy Dudek de héroe y Andriy Shevchenko de villano, cubriría al Liverpool con la gloria eterna. Era el "milagro de Estambul". Para el Milan de Paolo Maldini, una herida muy difícil de cicatrizar...
La temporada 2005/06 implicaría más desazón para los lombardos. La Serie A, a un océano de distancia, aunque claramente condicionada por la penitencia de 30 puntos con la que se lo castigaría al comprobarse una conspiración con Juventus, Lazio, Fiorentina y Reggina para la designación de árbitros -escuchas del Calciopoli-. En la Copa Italia, lo derrotaría en cuartos de final los sicilianos del Palermo. En la Liga de Campeones, en semifinales el Barcelona de Ronaldinho, Iniesta, Deco y Eto'o...
Una vez obtenido el grupo E por su 3-2 contra el Schalke 04, en marzo y abril de 2006 trasladaría esa onda ganadora ante el Bayern Múnich y Olympique de Lyon por los octavos y cuartos de final, en esta instancia con los franceses no sin vérselas negras: 3 a 1 -0-0 en Lyon y 3-1 en Milán-. Hacia la semifinal con Barcelona, Giuly a los 57' le otorgaría la victoria a domicilio a los Culés. Ya en Cataluña, con el resultado 0 a 0, resultado que no se movería, el árbitro le invalidaría de forma muy polémica un gol a Shevchenko. Sea como sea, para el Milan sería otra decepción...
La temporada 2006/07 en la esfera local transcurriría con minúsculas variaciones para el Milan: cuarto a un río y dos lagunas del Inter de Roberto Mancini -Inter 97, Roma 75, Lazio 62, Milan 61-. Por la Roma, solo penetraría hasta las semifinales en la Copa Italia. En la Liga de Campeones, al fin y al cabo se liberaría de ese estigma que con crudeza lo oprimía desde 2004. Con el liderazgo de Kaká, el Milan resurgiría de sus cenizas cual ave Fénix: conquistaría su séptimo trofeo de Europa.
Su periplo, como en la edición de 2002/03, comenzaría en la ronda previa, en este caso ante el Estrella Roja: 3 a 1 en el global -1-0 y 1-2-. En un grupo sin rivales de fuste, como era de esperarse, el Milan finalizaría primero. En octavos de final enfrentaría al Celtic. Tras más de 180' sin que nadie rompiera el cero, a los 3' del tiempo sumplemtario Kaká depositaría al Milan en los cuartos de final.
El 2 a 2 en el San Siro con Bayern Múnich obligaría a los de Ancelotti a la hazaña en el Allianz Arena de Alemania. Hazaña que se materializaría. Acudiendo al cerrojo defensivo, rápidas transiciones defensa-ataque y la contundencia ofensiva, catenaccio auténtico, matarían a los bávaros en algo más de 30': los goles, a los 27' Seedorf y a los 31' Inzaghi -en offside-. A semifinales.
En contraposición a la final de 2005, en esta y por buena parte las acciones se centralizarían en la mitad de la cancha. Salvo por dos disparos ingleses, los de Jermaine Pennant y Xabi Alonso, ni el Liverpool y ni el Milan serían verticales. Hacia los 45', con un monótono primer tiempo casi extinguido, un tiro libre de Pirlo se desviaría de manera fortuita en el hombro de Inzaghi: era el 1 a 0. A los 62', por un grosero descuido de Gattuso, Gerrard se escabulliría en el área para desafiar a Dida: salvaría con las manos. A los 82', una habilitación de Kaká a Inzaghi entre las abiertas líneas inglesas permitiría que el nueve burlara al portero Reina y rematara para el 2 a 0. A los 89', un cabezazo de Kuyt pondría solo para la estadística el 1-2. No habría tiempo para más. El Milan escupía toda esa rabia tolerada...
Maldini estaría muy sobrio en la final de Atenas.
Cinco títulos en ocho finales. El segundo máximo ganador junto a una larga lista de colegas...
A mediados de 2007, el defensor de guante blanco amagaría con su retiro. Al enterarse que Boca Juniors colonizaba América con la Copa Libertadores, optaría por demorar su decisión para enfrentarlo. En agosto, un aperitivo para el Milan con Maldini exceptuado: la Supercopa de Europa -3-1 al Sevilla-. En diciembre, el ansiado Mundial de Clubes.
El 13 de diciembre de 2007 los de Ancelotti debutarían en las semifinales. Al trote, soplarían 1 a 0 al Urawa Red Diamonds de Japón -Seedorf a los 68'-. En la final ascendería Boca Juniors, cojo sin su diez, Juan Román Riquelme. En algo más de 20', los europeos atropellarían al equipo argentino: Nesta a los 50', Kaká a los 61', e Inzaghi a los 71' sellarían el 4 a 2 para el flamante campeón mundial. Completarían la goleada Inzaghi a los 21' para el 1-0, Palacio a los 22' para el 1-1, y Ambrosini en contra a los 85' para el 2-4.
La temporada 2007/08, o al menos el resto de ella, simbolizaría el ocaso para el Milan de Maldini. Quinto en la Serie A y por tanto excluido de la Liga de Campeones 2008/09. En la Copa Italia, la endeble Catania lo eliminaría en octavos de final. En el torneo europeo, un intempestivo colapso...En octavos de final, el Giuseppe Meazza vería atónito el mazazo que le asestaría el Arsenal: primero con un bombazo de Fàbregas a los 84'. Hacia los 92', con el 2-0 de Adebayor.
En junio de 2008, se comunicaría que Paolo Maldini renovaba contrato hasta junio de 2009. Ampliaría a 24 las temporadas con el AC Milan.
En la temporada 2008/09, el Milan realizaría una aceptable campaña por la Serie A: tercero detrás del Inter (1º) y la Juventus (2º). En la Copa Italia, lo derrotaría la Lazio en octavos de final. En la Copa de la UEFA, el Werder Bremen de su goleador Claudio Pizarro daría la nota al eliminarlo en el San Siro y por los dieciseisavos de final...
El 31 de mayo de 2009, ante la Fiorentina y en el Estadio Comunal Artemio Franchi, Paolo Maldini, de 41 años, se retiraba de las prácticas del fútbol.
La selección
El 31 de marzo de 1988, Maldini se uniría a la Nazionale con el amistoso que italianos jugarían ante yugoslavos -1 a 1-. En tono oficial, esa unión sería en la Eurocopa de junio de ese año. Se recostaría de lateral derecho y con la casaca ocho.
Eurocopa 1988
En diciembre de 1987, Italia se aseguraría la clasificación a la Eurocopa de Alemania en detrimento de Suecia, Portugal, Suiza y Malta. Postergado de la edición de 1984, se presentaría con un plantel actualizado casi por completo en comparación con el del Mundial de España 1982. A los que no se obviarían: los defensores Franco Baresi, Giuseppe Bergomi, y el delantero Alessandro Altobelli.
Por el grupo A, el 10 de junio de 1988 igualaría con Alemania 1 a 1. El 14, Vialli marcaría para el 1 a 0 con España. El 17, Altobelli y De Agostini para el 2-0 a Dinamarca. Los teutones y los italianos se clasificarían a semifinales. Por el grupo B, Holanda y la Unión Soviética. Justamente con los rusos, con quienes los de Azeglio Vicini se encontrarían: perderían por 2 a 0. Saldo alentador.
Italia 1990
Ente el 8 de junio y el 8 de julio de 1990, se desplegaría en la nación del sur europeo la XIV Copa Mundial de Fútbol. Acusada de favorita, Italia derribaría hasta la semifinal a cada uno de los adversarios recurriendo a su legendario catenaccio. De los veintidós seleccionados por Azeglio Vicini, solo seis actuarían en los siete compromisos: el guardameta Walter Zenga, los defensores Franco Baresi, Giuseppe Bergomi, Ricardo Ferri y Paolo Maldini, el volante Giuseppe Giannini, el delantero Salvatore Schillaci.La Argentina de Maradona la derrotada en semifinales y por penales -1 a 1 en los 120'-. En el partido por el bronce vencería por 2 a 1 a Inglaterra con goles de Roberto Baggio (71') y Salvatore Schillaci (86'), Platt (81') para los ingleses. Otros resultados: Italia 1 - Austria 0 (Schillaci 78'), Italia 1 - Estados Unidos 0 (Giannini 11'), Italia 2 - Checoslovaquia 0 (Schillaci 9' y Baggio 78'), Italia 2 - Uruguay 0 (Schillaci 65' y Serena 83'), Italia 1 - Irlanda 0 (Schillaci 38'). Zenga le usurparía la plusmarca al alemán Sepp Maier al mantener su valla en cero 517'.
Estados Unidos 1994
Después del fiasco en las eliminatorias para la Eurocopa de 1992, Italia se metería en la Copa Mundial de 1994 a los trompicones. Por el reñido 1 a 0 a Portugal, en noviembre de 1993 y por las eliminatorias, los de Arrigo Sacchi se compraban el cupo para Estados Unidos.
El 18 de junio de 1994, su apertura con Irlanda. El 0-1 corroboraría su por entonces inconsistencia futbolística y mental. El 23 de junio, ante Noruega, Italia vagaría por el precipicio: a los 21', al arquero Gianluca Pagliuca se lo punía con la roja directa. Con el virtual papelón acechando, Dino Baggio con un cabezazo a los 69' la sacaría del coma inducido (1-0). El 28 de junio, Massaro y Bernal pactarían el 1 a 1 con el que Mexico e Italia -tercera- se subirían a los octavos de final -Irlanda segunda-. Se cruzaría Nigeria.
A los 88', Roberto Baggio y su clase evitarían que los africanos mandaran a los europeos a casa. En tiempo suplementario, nuevamente Baggio y de penal pondría el 2 a 1 y con ello a la Nazionale en cuartos de final.
Con España se daría otra de las funciones con su diez disfrazado de figura y salvador. Por un estupendo misil de Dino Baggio y un unipersonal en un contragolpe de Roberto Baggio, la Italia del catenaccio desembarcaría así y una vez más en las semifinales. En este tramo se enfrentaría con una de las revelaciones: la Bulgaria de Hristo Stoitchkov.
Pilotados por el Divino (Roberto Baggio), aquí se gestaría para la Azzurra su gran faena de esta Copa Mundial. En 45', y con dos pinceladas de Roberto Baggio (20' y 25'), destrozaría la moral de unos búlgaros carentes de enjundia y falta de respeto. Aun así, a los 44' Stoitchkov de penal marcaría el 1-2. Los 45' restantes, un trámite para los de Arrigo Sacchi. Bulgaria no patearía al arco.
Contraramiente a lo que indicaría la prensa y los pronósticos, brasileños e italianos regalarían un magro espectáculo. Con Baresi y Baggio rengos, Italia se vería impotente de recordar actuaciones como la de España y Bulgaria. Brasil se las ingeniaría para amenazar con el gol del campeonato, pero sin la serenidad y la pericia necesaria. Las limitaciones de los europeos y los destinos en el arco de los sudamericanos, harían de esta final un desabrido 0 a 0. En los tiros desde los doce pasos, Baresi, Massaro y Baggio fallarían, por lo que Brasil se proclamaría tetracampeón.
Eurocopa 1996
El 8 de junio de 1996, en Inglaterra se celebraría la X edición de la Eurocopa. Italia retornaría para unirse al grupo C con Alemania, República Checa y Rusia. El 2 a 1 a Rusia y el 1-2 con los checos, demandaría en la Azzurra un triunfo ante Alemania si no quería depender de una ayuda de los rusos en su reto con los de Dušan Uhrin. Para su desgracia, su empate a cero junto al 3 a 3 entre rusos y checos, la descartaría de esta Eurocopa. Un fracaso.
Francia 1998
El 10 de junio de 1998, en Francia se llevaría a cabo la decimosexta edición de la Copa Mundial. Los entrenados por Cesare Maldini compartirían el accesible grupo B con Chile, Austria y Camerún. El afanoso 2 a 2 con los sudamericanos expondría cierta inquietud respecto del porvenir. Subsiguientemente, al trotecito Italia se cargaría a Camerún y Austria -3-0 a los africanos y 2-1 a los europeos-.
En octavos de final aparecería Noruega. A los 18', de una asistencia para Christian Vieri, quien definiría al segundo palo tras capitalizar una muy mala cobertura defensiva, se tejería el 1 a 0 con que italianos, en su salsa, la del catenaccio, se mezclarían una vez más en los cuartos de final. Los anfitriones, el próximo rival...
En el Saint-Denis y animados por 77 mil fanáticos, Les Bleus y la Azzurra interpretarían su saga de los cuartos de final. La fricción, el exceso y la imprecisión de centros y pelotazos, la tenue sintonía entre los armadores de juego y los delanteros, más la impericia para acertar las ocasiones de gol que se crearían, serían los rasgos preponderantes del desapacible 0 a 0. En los penales, los de Aimé Jacquet prevalecerían 3-2.
Eurocopa 2000
A partir del 10 de junio del 2000, en Bélgica y Holanda se desataría XI versión de la Eurocopa. Los de Dino Zoff se ubicarían el grupo B con Bélgica, Suecia y Turquía. Por el 2-1 a los turcos, el 2-0 a los belgas y 2-1 a los suecos, la selección italiana abordaría los cuartos de final ante Rumania con un torrente de confianza...
Sostenidos por una alta dosis de eficacia ofensiva, la Azzurra se engulliría en 45' y por 2 a 0 a la Rumania de Gheorghe Hagi -expulsado por tirarse-. Francesco Totti (33') y Filippo Inzaghi (43'), los responsables de la irrupción italiana en semifinales. Holanda, una de las organizadoras, con quien se dirimiría.
La tarde del 29 de junio, el Ámsterdam Arena sería testigo de uno de esos fenómenos que pocas veces se ha dado en este deporte. Aun sin afinidad ni soltura en la elaboración de juego, los de Frank Rijkaard malograrían de tres a cuatro opciones limpias y dos penales: uno Toldo se lo atajaría a Dennis Bergkamp; el otro Patrick Kluivert lo estrellaría en el palo. Los italianos, con diez promediando los 45' por roja a Gianluca Zambrotta, con la excepción de una volea de Stefano Fiore y fofo zurdazo de Marco Delvecchio, rara vez se desplazarían hacia el campo holandés. La semifinal se iría a los penales...
En la final, la numantina defensa italiana sería franqueada por la Francia de Zidane, Henry y Trezeguet...
En los 45' iniciales, franceses e italianos exhibirían sus romas intenciones: destellos de entusiasmo en un contexto de desorden táctico y apenas chispazos de fútbol. Con la promesa de un mejor segundo tiempo, a los 55' Marco Delvecchio recepcionaría un centro milímetro de Gianluca Pessotto para casi que empujar con su zurda la pelota a la red: 1 a 0. A los 94', y con Italia rogando el pitazo del árbitro, Sylvain Wiltord con un zurdazo al segundo palo pondría el 1 a 1. En la prórroga -gol de oro-, una Francia agrandada haría a los 103' el gol de la Eurocopa: David Trezeguet conectaría con una furibunda volea un pase-centro de Robert Pirès.
Corea del Sur-Japón 2002
Del 31 de mayo al 30 de junio de 2002, en las regiones asiáticas de Corea del Sur y Japón se efectuaría la XVII entrega de la Copa Mundial de la FIFA. Italia se alojaría en el grupo G con Ecuador, México y Croacia, tercera en Francia 1998. El 2-0 a los sudamericanos por las conversiones de Vieri a los 7’ y a los 27’, hacía preveer una primera ronda pacífica para los de Trapattoni. Falso: de allí en más pulularían los dolores de cabeza. Con Croacia tropezarían 1-2. Con México, un yerro del juez de línea para con el lícito 1-0 de Inzaghi, un cara a cara de Totti pifiado con Oscar Pérez, y el sutil cabezazo y gol de espaldas al arco del delantero mexicano Jared Borgetti (34'), provocarían que Italia lindara con el abismo. Pero a los 85’, Alessandro Del Piero se anticiparía con su cabeza a un centro envenenado de Vincenzo Montella: era el 1-1. Por el 1-0 de ecuatorianos a croatas, la Nazionale se clasificaría a los octavos de final para enfrentar a Corea del Sur…
Datos de color
• Participaría con su Milan de las 58 fechas invicto en la Serie A entre 1991 y 1993.
• Jugador de más edad en anotar en una final de Liga de Campeones (2004/2005).
• El futbolista de más minutos (2217) en los archivos de la Copa Mundial de la FIFA. Por debajo, Lothar Matthäus con 2052.
• Una sola roja directa y tres más por doble amonestación en 25 temporadas en la Serie A.
• Con su compañero Alessandro Costacurta, el que más finales jugaría por la Copa Intercontinental (5).
• 8 finales disputaría por la Liga de Campeones. Uno de los dos futbolistas que más veces en la historia la jugaría -el otro, el español Francisco Gento del Real Madrid-.
• Poseedor de más Supercopas de Europa (4) junto al brasileño Dani Alves.
• Desde 2018, es el Director de Estrategia y Desarrollo Deportivo de la Associazione Calcio Milan.
Núcleo privado
Paolo junto a su mujer y dos hijos
Paolo y su hijo Daniel